Supe de la existencia de Natasha Dumond navegando por internet. Qué cuerpo, qué rostro, qué mirada. Y qué paja. Entonces ni siquiera sabía su nombre. En cuanto lo supe fuí directo al Google. Milagro. La octava maravilla que yo imaginaba paseando por las playas brasileñas vivía en Reus. Era tan hermoso que no podía ser cierto. Pero no, semanas después lo supe: existía, no era un personaje virtual creado por un manitas del photoshop con mente calenturienta. Era un ser de carne y hueso, o mejor, era un ser de carne, o mejor aún, era La Carne, la Diosa.

Cuando llamaba por el portero automático pensé “estoy a punto de follarme el mejor culo de América. Cosa que al final no ocurrió, como se verá más adelante. Subí hasta el cuarto piso en el ascensor. Llamé. Mientras esperaba esos segundos que se hacen eternos hasta oir el sonecillo de la mirilla, me giré hacia la puerta de enfrente, suspirando. Es una fantasía. Ser vecino de rellano de una trans. Ir a por sal y acabar retozando con ella salvajemente.

Por fin abrió la puerta. Ella: sonrisa. Yo: rubor. Ella: movimiento elegante y sensual al cerrar la puerta. Yo: cara de póker. Ella: hola, cariño. Yo: balbuceo. Besitos en la mejilla. Yo ya había estado con otras trannies, pero no con la número uno, de ahí mi descoloque inicial, extraño a mi, pues no soy vergonzoso. Reaccioné rápido:

-Pero tú no eres Natasha.

-Claro que soy yo, cariño, ¿no me reconoces?

-No. Esto no me puede pasar a mi. Pellízcame para que despierte.

Según se entra al piso de ND, a la izquierda hay un largo pasillo y al final de éste la habitación donde Natasha recibe (o da, je, je). Ella, educada, me dijo "adelante". Vestía unos tejanos claros tipo lavados a la piedra y un suéter a juego ceñidísimo. Zapatos abiertos con poco talón. Yo, muy caballero (ya llegaría el momento de dejar de serlo) le cedí el paso, "primero las damas". Virgen del amor hermoso. Hubiera pagado los 150 euros sólo por esos breves segundos detrás suyo por el pasillo. Cimbreo de cadera, ritmo en los andares, cintura ondulante, pelo sedoso, parsimonia calculada en el paso, mis pupilas fijas en el vaivén de su culo, esencia de mujer, vaya, que se me puso morcillona.

Después de la ducha en el amplio baño me ofreció tomar algo. Pedí sólo agua. Nunca bebo cuando estoy de servicio. La cama es amplia y la iluminación, la justa: ni demasiada como para no crear un ambiente íntimo, ni tan poca como para que sospeches que se intenta disimular la roña.

Por fin, llegó el momento, cuerpo a cuerpo, pelo a pelo (en su caso, sólo el de la cabeza). Mientras intercambiábamos frases de cortesía sobre Brasil y España y eres muy guapa y gracias, cariño y te admiro mucho y nosequé, me cogió el pene y empezó a acariciarlo, mirando alternativamente a mis ojos y a mi hermano pequeño, hasta que puso fin a la conversación: no podía hacer dos cosas a la vez. Siguió con una felación, pasando la lengua lentamente antes de meterse el trasto en la boca. Pero lo que más me excitaba, lo que siempre me ha fascinado de ND es esa mirada mamona y elegante al mismo tiempo. Enseguida le correspondí. En cuanto tuve su pene en mi boca, se endureció con una erección potente. Jugamos al 69, hasta que la puse en pie sobre la cama, me arrodillé ante ella, la agarré, una mano en cada nalga apretando fuerte y trayendo su cuerpo hacia mi, para que su trozo de carne enhiesta fuera bombeando en mi boca lo más adentro posible. Se ayudó con su mano, y cuando estaba a punto, soltó, volvió a meter su miembro en mi boca anhelante y ahí descargó lo mejor de sí misma, entre espasmos que le hicieron arquear la espalda y el cuello.

Mientras se limpiaba me miró, me sonrió y me dijo que necesitaba correrse, que hacía tres o cuatro dias que no se corría. Sería cierto, a juzgar por la dosis que inundó mi boca.

Yo seguía ansioso. La pausa me había hecho bajar la guardia. Pero había que volver al terreno de juego, aún faltaba el segundo tiempo.

-¿Qué quieres?- preguntó.
-Follarte.
-Ya sabes que yo soy más bien activa.

No insistí. Por alguna razón, no le apetecía. Bien que te he visto yo en un video cómo un mulato te metía una polla como un salami por el culo, pensé. Repito: no insistí. Sí, el cliente era yo y quien paga, manda, pero nunca he impuesto mis peticiones. Prefiero que la escort se encuentre a gusto y relajada.

Seguimos besándonos, en la boca, por todo el cuerpo, mordisquéandonos, acariciándonos. No podía correrme en su boca sin preservativo, una protección que uso cuando hay que hacerlo, pero que siempre me ha molestado. Acabamos de rodillas sobre la cama, frente a frente, masturbándonos mutuamente. Ella me aguantó la mirada, era la "mirada dumond", la señal del éxtasis. Ahí exploté. Y ella también.

Jadeé y respiré hondo, había sido muy intenso. Su segundo orgasmo fué menos vivo, por supuesto. ¡Pero volvió a correrse en apenas diez minutos! Pués sí que tenía ganas, la niña. Yo no he vuelto a hacer doblete desde hace años, allá por el pleistoceno, y mucho menos en tan poco espacio de tiempo.

Volví a la ducha. Me vestí. Aún charlamos un poco. Estaba a punto de empezar un rodaje para la productora de Nacho Vidal, me dijo, entusiasmada. Me acompañó hasta la puerta. Beso en los labios. Vuelve, me dijo. Le di las gracias.

-Gracias a ti- respondió.
-No. Gracias a ti, Natasha- fui sincero.

Mientras esperaba el ascensor volví a mirar la otra puerta del rellano. ¿Estará vacío este piso? pensé. Algún día lo compraré, será como vivir en el cielo y ser vecino de di

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