Dejad que me presente. Me llamo David, vivo en una ciudad del interior y ando por los treintaytantos.
Os voy a relatar una pequeña aventura, con extraordinarios resultados, que me ocurrió en Thailandia hace unos pocos años.
Hice el viaje en compañía de 2 viejos amigos de los días de la universidad. Por aquel tiempo los tres andábamos desparejados y pensamos que era la oportunidad para visitar el lejano y exótico Oriente ya que hacerlo con compañía femenina no es lo mismo, ya me entendéis.
Tampoco vayáis a pensar que íbamos sólo para hacer turismo sexual, ni hablar. Queríamos ver el país pero si algún día había oportunidad ¿por qué no intimar con las chicas locales? Siempre y cuando sean adultas y no lo hagan obligadas no veo el problema.
Elegimos un paquete vacacional que incluía Bangkok y la zona norte del país y pudimos dejar una semana abierta para movernos a nuestro aire. Pensamos hacerlo todo por libre pero lo descartamos ya que el nivel de inglés de los 3 es algo básico, así que las 2 primeras semanas lo teníamos todo arreglado y para la última esperábamos recibir el consejo del guía una vez allí.
No diré nada más que fue un acierto total. Thailandia es sensacional y su gente muy amable.
De las cosas propias de cualquier turista no voy a hablar, iré al grano con el ambiente de la noche.
Durante los primeros días en Bangkok nos alojamos en un hotel céntrico en 2 habitaciones; una doble y la otra sencilla pero con una cama tamaño campo de fútbol.
Eso nos venía fenomenal, ya que si pillaba uno se quedaba la individual. Si éramos 2 cada uno a un cuarto y el tercero a esperar en el bar y si éramos los tres pues uno se iba a una pensión que le recomendase la chica.
Nos movíamos por las zonas de bares que todos habréis visto aunque sea en la tele. La cantidad de hermosuras es alucinante y no tardé en sucumbir a sus encantos.
A pesar de que las chicas me vuelven loco también me fascinan los travestis, lamentablemente mis amigos no son de esa opinión y (perdonadme chicos) no soy capaz de reconocerlo abiertamente.
Cuando en algún bar veíamos una dulce criatura del tercer sexo comenzaban a bromear y yo les seguía el juego fingiendo desinterés, aunque la devorase con los ojos. Cuando una noche uno soltó “Os imagináis que te subes a una y luego se saca un rabo?” yo solté una carcajada aunque en realidad pensaba “no me caerá esa breva”.
Estuve con 2 muchachas y no lo lamento en absoluto, pero reconozco que me hubiese ido mas a gusto con una ladyboy, que es como las llaman allí.
Pero una noche ocurrió que 2 hermanas se sentaron con nosotros y mis colegas se quedaron prendados de ellas. No habíamos hecho más que salir y ya volvían para el hotel dejándome solo ante la noche de Bangkok. Yo protesté un poco para que no se me notase la alegría que me desbordaba y cuando los vi subir al taxi volví sobre mis pasos hacia un bar en el que había visto un montón de ladyboys.
Era el King Castle 3 y estaba en la mítica calle Patpong. Nada más acercarme a la puerta varias chicas me agarraron para meterme dentro, ¡como si me fuese a escapar, con las ganas que tenía!
Una vez en el interior me quede alucinado por lo que veía, no menos de 30 LB entre las que bailaban sobre el escenario y las que estaban con los clientes. Pero lo impresionante no es el número sino la belleza de esas criaturas. No sabías para donde mirar, no es que fueran guapas eran preciosas. Si existe un paraíso debe ser algo parecido a ese bar.
Me senté junto con 2 bellezas que comenzaron a conversar conmigo y a insinuarse descaradamente. Cuando las invité a una bebida y como detectaron que yo no iba allí simplemente a mirar como la mayoría de la gente, empezaron una maniobra de acoso y derribo para ver quien de las dos se me llevaba al cuarto.
Me comieron la oreja, me cogían la mano y se la metían en las tetas (que suavidad!) y la más lanzada se bajo el tanga y por debajo de la mesa puso mi mano en su miembro.
Yo no podía resistir más así que elegí a una (insistieron en ir las 2, pero no me vi capaz) y me puse en sus manos.
Para sacar a un chica del bar hay que pagar en el mismo 10 euros, luego lo que pida ella es algo personal entre vosotros 2. Es normal que accedan a hacerlo por menos si eres guapillo o por lo menos no muy feo, pero sobre todo valoran mucho tu higiene y tus modales. No están obligadas a ir con nadie, son ellas las que eligen. Vi varios casos de gringos sebosos, prepotentes y algo borrachos siendo rechazados a pesar de ofrecerles bastante más de lo que yo pagaba.
Salí del bar de la mano de Kwang, que es como se llamaba mi tesoro. Tenía 22 años, era de Chiang Mai y no os podéis hacer idea de lo atractiva que era. Mediría 1´65 pero con los tacones casi llegaría a 1’75, delgada sin resultar flaca, morena de piel con una larga y sedosa cabellera azabache y con una piel mucho más suave que la de alguna de las mujeres que he conocido.
Me llevó a un hotel por horas que había cerca, no era de una calidad suprema pero entonces yo iba ya que me la hubiera follado hasta en el corral del Koala.
Le dije que iba a ducharme por que la noche era cálida y húmeda y sudaba mucho. Eso la debió de gustar ya que me sonrió y me propuso entrar conmigo y enjabonarnos mutuamente. Las piernas me temblaban de la emoción cuando la ayude a desvestirse, me hubiera lanzado como un desesperado a lamer su pito pero me contuve hasta después de la ducha. Mientras nos frotábamos acercó su boca a la mía y empezó una sesión de besos con lengua que duró toda la noche, al despedirnos me contó que la había gustado mucho mi interés y mi pasión por besar ya que muchos de sus clientes los rechazan.
Ya secos y en la cama seguimos besándonos hasta que separamos nuestras bocas y comencé un viaje hacia el sur de su anatomía. Por el camino me entretuve un buen rato en sus tetas que eran geniales ya que había estado mucho tiempo hormonándose antes de operarlas y sus pezones eran femeninos 100%. Además había tenido la sensatez de ponerse el tamaño idóneo a su envergadura sin caer en la locura de algunas que parecen salidas de una peli porno.
Como llevaba un piercing en el ombligo también estuve allí detenido un buen rato. Al lamerla esa zona note como se estremecía de placer (los espasmos son difíciles de fingir) y su polla comenzó a crecer sin tocarla para nada por lo que me sentí algo alagado, parecía ser que no lo estaba pasando mal del todo.
Nos giramos hasta adoptar la posición del 69 y empezamos a chuparnos mutuamente. Ella no me pidió que me pusiese condón y yo tampoco se lo exigí. El arte que tenía aquel ángel chupando era increíble, no sabía como pero sentía su lengua casi simultáneamente en mi miembro, mis huevos y hasta mi culo. Sentir su mano agitar mi rabo mientras succionaba mis pelotas y con la otra mano jugueteaba con mi ano me condujo en un instante a otra dimensión. Os creeréis que iba bebido, os aseguro que solo llevaba 3 cervezas, pero en aquel momento y en aquel cuartucho olí los colores, paladee la música y vi su fragancia. Pocas veces como esa he entrado en una comunicación tan plena con una compañera de cama.
Me sentí obligado a devolverla el placer que estaba sintiendo y comencé a chuparla de pleno metiéndome su pene hasta la campanilla. Tenía un rabito muy apañado, de unos 15 cm. no muy grueso, aunque se le ponía duro como una barra de acero. Desgraciadamente padecía fimosis y no podía descapullar, pero a través del agujerito que quedaba le fui lamiendo la rajita de la punta.
Estaba a punto de correrme así que me excusé diciendo que tenía que mear y en el vater me moje la polla y me di con agua fría en pies y culo (funciona de maravilla para destrempar).
Al volver vi la decepción en sus ojos, me preguntó si me había masturbado y no quería penetrarla porque no la veía como una mujer. Cuando le explique la verdad, a base de gestos, se alegró pero me exigió que la montara inmediatamente ya que ella también se había puesto muy cachonda.
Con un condón especial y bastante lubricante comenzó una sesión de mete saca que me hizo erizar todo el vello del cuerpo. Ese agujerito tan estrecho, tan calentito y tan acogedor unido a los gemidos de Kwan con su femenina voz me llevaron a la cuarta dimensión de nuevo.
No se cuanto estuve empujando, si fue mucho o poco porque el tiempo dejó de tener valor, lo que sí sé es que la corrida que me pegué fue antológica y de no ser porque era un hotel donde nadie iba a dormir hubiese despertado a todos los vecinos por el alarido que solté al llegar al orgasmo.
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