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Un sábado que después de tomar unas cuantas copas con el grupo todos se fueron marchando poco a poco hasta dejarnos a Roberto y a mi solitos. Entonces él me abordó sin rodeos. Conocía un nuevo club de reciente apertura en el que las tías estaban que se rompían. Entre las copas que llevaba encima y mis ansias de conocer por fin un sitio de puterío, prácticamente no me resistí. Una hora más tarde entrábamos por la puerta del local. Estaba lleno: clientes y chicas departían alegremente en un ambiente más que agradable. Nos acercamos a la barra y pedimos unas copas. No habían pasado ni diez minutos cuando Roberto ya había conseguido un par de chicas. La suya era guapa de escándalo y la mía, aunque de facciones un poquito más angulosas tenía unas tetas tan descomunales que parecía se le iban a salir del escote de un momento a otro. Roberto me animaba a subir al piso de arriba pero yo no me acababa de decidir. Mi chica, que se llamaba Paula se me arrimaba cada vez más y en una de estas me rozó el paquete con mucha delicadeza mientras me susurraba al oido alguna de las aberraciones que me esperaban. Me decidí y dejando a mi amigo me fui siguiendo a Paula hacia inciertas perversiones. Entramos en una habitación bastante acogedora y bien decorada y mientras ella empezaba a desvestirse me sugirió a mi que hiciera los mismo. Mientras me quitaba la ropa pude apreciar sus enorme tetas al aire: eran redondas y muy bien puestas. Tenía cintura y caderas estrechas y bien formadas adivinándose un culo terso y redondeado debajo de sus diminutas braguitas. Me ofreció un masaje de espalda para romper el hielo y yo, con el slip aún puesto y tratando de ocultar como podía la erección que me habían producido sus curvas accedi encantado. Tumbado boca abajo ella me acariciaba suve pero firme la espalda. Sus manos eran fuertes y de buen tamaño y el masaje era delicioso. Sus dedos empezaron a deslizarse por mi trasero mientras me besaba por toda la espalda. Tienes un culito precioso me dijo con voz ronca mientras empezaba a bajarme el slip. Yo me dejé hacer y me encontré con que en un momento me besaba y mordía suavemente el culo por todas partes. Yo estaba superexcitado y mi verga estaba ya a punto de estallar. Entoces ella me abrió los cachetes y empezo a lamerme cerca del ojete. Creí que me desmayaba, gemía y me retorcia como una puta en celo y notaba como de algún modo mi excitación se le trasmitía a ella. Me metió la lengua por el culo y grité de placer. Me lamía todo el esfínter y me metía y sacaba la lengua de forma alternativa. Yo notaba como mi ojete se dilataba con sus caricias mientras mi polla babeaba de placer. Nunca había creido que fuese tan delicioso que jugasen con tu culo. Entonces me sacó la lengua y empezó a jugar con sus deditos en mi agujero. Primero me metió uno despacito y cuando vio como me retorcía de gusto me metió un segundo y luego un tercero. Mi agujero estaba tan dilatado que engulló los dos primeros como muerto de hambre, aunque el tercero hizo que mi piel se tensara a tope. Ella me metía y sacba los tres dedos a la vez y un placer inaudito me subía desde la base de los huevos a la punta del capullo. Estaba a punto de correrme y ella debió notarlo porque me sacó los dedos y se dedicó de nuevo a lamerme los cachetes subiendo a continuación lentamente por la espalda. Cuando llegó a mi cuello se tumbó casi entera encima de mi y entonces noté que algo duro se interponía entre ambos. Era su verga que gorda e hinchada descansaba apoyada en la raja de mi culo. Entonces lo comprendí: ese cabrón me había endosado a una travesti en lugar de a una puta para gastarme una broma pesada. La travesti debía estar en la broma y me había ido seduciendo poco a poco para evitar mi rechazo inicial y ahora me hacía notar discretamente su polla en erección para que yo decidiese si continuar o dejar lo ahí. A mi nunca me habían atraido los tíos pero si es cierto que en las revistas me excitaban a tope las pollas grandes y duras y la de ella me parecía enorme. No había contemplado nunca una polla en erección a parte de la mía claro está y me moría de ganas de hacerlo. Además la muy zorra me había excitado tanto que estaba loco por correrme y siempre le podía decir a esos tipos que ella sólo me había hecho una felación y que ni siquiera le bajé las bragas. Ella me sacó de mi letargo diciendo: no te gusta mi sorpresita?. Yo me di la vuelta y mientra lo hacía ella se incirporó un poco quedando de rodillas. Un impresionante nabo se le había salido de la braguita asomando por un lateral de la misma junto con una pequeña porción de testículos. Si no te gusta, dijo ella siguiendo mi mirada, te hago un francés para que te corras bien a gusto y ya. No no es eso, alegué yo comprobando sorprendido como mi herramienta en lugar de encogerse parecía más dura y trempada que nunca , es que no me lo esperaba: creí que eras una chica. Bueno, respondió ella siguiendo mi mirada y comprobando la rigidez de mi cipote, la mayoría piensan que soy chica, pero lo cierto es que yo puedo darte mucho más placer que una chica. Y tras decir esto y sin darme tiempo a reaccionar se introdujo mi capullo en su boca. Yo estaba tan excitado que después de unos pocos lenguetazos me derramé en su garganta. Ella se lo t ragó todo complaciente y cuando vio que mi fuente no soltaba más leche me besó despacito los huevos meneándomela a la vez con suavidad. La corrida no había sido suficiente para calmarme y verla ahí tumbada con esas impresionantes tetas y esa verga veonosa hinchada y hambrienta masturbándome me puso a cien de nuevo. Ella se percató que mis ojos no se apartaban de su polla, y preguntó si no querría jugar un ratito con ella. No me dio opción a responder y me acercó presurosa su paquete a la cara. Era un nabo impresionante, de unos 20 cm, no demasiado gordo y recto y bien formado, con el capullo desnudo sonrosado y goteante. Vamos meneamela un poquito y verás que dura se me pone. Más dura imposible pensé yo porque las venas nudosas de su trabuco parecían ya a punto de estallar. Es la primera polla que veo le comenté como excusándome mientras mis dedos empezaban a trabajar en su herramienta. Si, pero por lo embelesado que te veo meneándomela creo que a ti te van más las vergas que los conejos y por cómo te movías mientras jugaba con tu trasero creo que a tu culo también. Era cierto que me estaba gustando acariciar aquel pedazo de polla, era duro y suave a la vez y terminaba en unas pelotas redonditas y no muy grandes completamente afeitadas que palpitaban con mis caricias. Su glande, liso y morado, rezumaba un líquido trasparente no muy espeso que mis labios ansiaban degustar. Decidí hacerlo y besé suavemente la punta de su capullo. Ella gimió de gusto y yo continue lamiendo la base de ese glande amoratado e hinchado por la excitación. El líquido que ella vertía era de sabor dulzón y agradable y empecé asuccionarlo con fruición. Estaba empezando a pensar lo delciososo que era hacer una mamada cuando el líquido dulzón de antes se tornó repentinamente más amargo y espeso y comprendí que Paula se estaba corriendo en mi boca. Traté de apartarme pero ella suavemente me sujetó la cabeza. Yo no me resistí, ¿no se había tragado ella antes mi lefa? Además aunque el primer chorro me desagradó un poco por s u amargor, el segundo, que ya inundaba mi boca, era más fluido y caliente y me excitó la manera en que se escurría por mi garganta. Acompañé los últimos estertores de su corrida con un meneó suave de su cipote y una ligera presión de sus testículos mientras mis labios sorbían hasta la última gota de su néctar. Ella se dejó caer agotada por la corrida y yo, con la verga nuevamente tiesa y pidiendo guerra empecé a lamerla por todo el cuerpo. Me concentré en sus tetas, que aún tenían enhiestos los pezones y su pepino que descansaba morcillón entre sus muslos pareció revivir. Me lo metí de nuevo entre los labios y se la mamé esta vez a conciencia, me la metía y sacaba de la boca, le pasaba la lengua por su capullo, se la meneaba suavemente primero y deprisa despúes. Ella recuperó enseguida la excitación y rugiendo como lobo me dijo: ven aquí que te la voy a meter. Me dio la vuelta y me trabajó el ojete con la precisión con que lo había hecho antes. Mi agujero se abrió como una flo r a sus caricias y entonces sentí como la punta de su capullo se apretaba contra mi agujerito. Los restos de saliva de mi ano y los de semen de su glande facilitaron la labor y su herramienta se deslizó en mí sin remisión. Sus emebestidas eran lentas y cariñosas y mi esfinter se relajaba y acoplaba a su mástil en una deliciosa danza. Eyaculamos los dos a la vez, ella en mí y yo sobre su almohada. Fue delicioso sentir su semen fluyendo por mis cavidades y goteando por el borde de mi culo hasta la entrepierna. No tengo que decir que no fue la última visita que realice a Paula.
Agradecemos la colaboración de nuestro amigo.     | |||||
 
 
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